lunes, 12 de julio de 2010

Cuando Gualeguaychú era una fiesta

Tiempo atrás me animé a publicar en El Territorio una nota sobre los piqueteros de Gualeguaychú, esa localidad que municipalizó las relaciones exteriores del país y cortó un viaducto durante casi cuatro años. Esta gente que se animó a protestar contra una supuesta contaminación mientras tapaba sus narices para no oler las emanaciones de sus cloacas sin tratamientos y se tapaba los ojos para no ver las matanzas de especies en su propio territorio. ¿A gente así se les puede llamar 'ambientalistas' sin caer en un menosprecio del término?
Aquí van esas reflexiones.

Hay enemigos más fáciles de atacar



Hay gente bienintencionada que pone la firma, el ‘gancho’, la cara, el respaldo de su trayectoria para apoyar obras benéficas.

O que ellos creen que son benéficas.
No se puede soslayar -por caso- a Natalia Oreiro o Facundo Arana (populares actores de la TV vernácula) poniendo sus agraciados rostros para la campaña de una organización que dice defender los derechos ambientales de todos.
Pero lo notable de estos casos es que los mensajes subliminales que emitieron estos famosos suelen incurrir en tremendas inexactitudes y este propalamiento no suele analizar el contenido científico de los mensajes emitidos.
“Soy ecologista y sé que contaminan”, decía enfática y sin rasgos de duda la ex Muñeca Brava respecto de la pastera Botnia en su país de origen.
Esa misma contundencia le impidió leer o enterarse de las cartas dadas a conocer por eminencias argentinas (la Academia Nacional de Ingenieros envió a Néstor Kirchner; hay una evaluación de la Universidad Nacional de La Plata también enviada al PEN) donde ambas coincidían en que Botnia no contaminaba. Ni se le iba a pedir que supiera qué opinaba una de las mayores conocedoras del país como es María Cristina Area (que vive en Misiones pero a la que consultan de todos lados). No: esas eminencias no tienen prensa.
Esa gente no sale en Telefé ni tiene espacio ganado a fuerza de golpes de efectos como colgar carteles o cualquier otra cosa en el Obelisco.
La buena de Nati, la ex Cholito, ni se enteró de sus existencias y menos, se molestó por averiguar qué podían decir. Antes de lanzarse a la campaña, ya tenía decidido su voto.
Es natural: ella no tiene que andar sabiendo que existen otras verdades y otros enfoques que los medios ecologistas y las ONG (que viven de eso) se lo negaran. Ella va y pone la cara y dice lo suyo. Ése es el mensaje. El resto, para ella, no cuenta. Aunque ella esté equivocada.
Así, no hay que extrañarse que en un popular programa de radio en Posadas pueda afirmarse muy suelto de cuerpo que “la deforestación de Misiones trae (o atrae) las tormentas que se padecieron en estos últimos tiempos”.
Aunque el que lo diga no sea Alfredo Yaquinandi ni Fabio Cabello ni José Olinuck (Agrometeorología del Inta).
No. No ninguno de ellos. Lo dice un locutor que vivió la mayor parte de su vida en Buenos Aires. Que cae fácil en el discurso que se “comió” a Oreiro también.
Se dice eso, aunque se pueda destruir toda la teoría existente sobre los fenómenos meteorológicos.
Sería inútil recordar a quien afirma tamaña barbaridad que hace 50 años también ocurrían estos eventos, que tienen que ver probablemente más con el cambio de temporada (del invierno a la primavera-verano) que con la deforestación. (¿O es que ahora en pleno verano y sin esas brutales tormentas se terminó tal vez la deforestación -denunciada como causa de los desastres de San Pedro-?).
Todos esos razonamientos caen con la lógica del mero análisis. Lástima que quienes lo sostienen casi nunca advierten la brutal contradicción en la que viven. Y siguen machacando como si nada de lo que la realidad les va desmintiendo tenga que ver con lo que ellos sostienen.
Sería inútil recordar a ésos que utilizan de una manera irresponsable los medios para enviar señales tan desafortunadas (y, en el fondo, erróneas) terminan produciendo un descalabro en las mentes de los que las reciben.
Sería inútil decirle a Nati Oreiro que se dé una vuelta por Entre Ríos y vea cómo sí contaminan las aguas de sus arroyos los paisanos de la vecina provincia, cómo degradan el suelo, cómo se tiran aguas servidas en la capital provincial a los cursos de agua naturales (todo esto denunciado por los propios entrerrianos).
Hace poco, miles de animales murieron (aves como palomas, loros y cardenales; zorros, peludos, peces) en la zona del conflicto: el problema es que no era por Botnia. Cuando se le preguntó a los ambientalistas de Gualeguaychú si iban a protestar por eso, la respuesta fue: “Ah, no. Nosotros estamos contra Botnia que está en Uruguay; no, contra nuestra gente”.
Clarito, ¿no?

3 comentarios:

  1. Cuanta verdad. Si los argentinos nos guiaramos más por los aspectos técnicos y menos por los intereses políticos, cuanto mejor estaríamos.

    Saludos

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  2. ¿Cuáles mentiras?
    ¿Las que hizo el diario La Nación al sacar la foto desde la playa Ñandubaysal mirando a Botnia con un zoom que multiplicaba la visión natural por cinco y 'acercaba' al alcance de la mano a la fábrica? Esa foto se usó en una presentación en EEUU hasta que los especialistas dijeron... "Pero, esta foto no es real sino totalmente distorsionada por el uso del zoom" (¡¡¡!!!???) ¿Esa mentira?

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