lunes, 15 de noviembre de 2010

Rod Stewart y una reflexion sobre los mundos cambiantes

Hace 50 años el mundo era otro, definitivamente.

“El desafío americano” era el best seller y explicaba por qué los norteamericanos eran dueños y señores de todo el planeta. Y no sólo en cuestiones políticas o militares sino –y no menos importante- en temas que iban desde los negocios y la mentalidad empresaria hasta llegar a la cultura, la música y el cine.
Claro, -a la sazón- apenas la resistencia de la Unión Soviética era la única oposición que sufría el gigante del Norte. Después vinieron John Kennedy, Vietnam y la avanzada japonesa en los negocios. Y el mundo cambió definitivamente.
Pero en ese preciso momento, si uno pone ‘stop’ al giroscopio del mundo se daría cuenta que “la” música se cantaba en inglés y los cantantes y bailarines de ese gran país eran los que mandaban.
¡Qué se puede decir de las películas de Hollywood! Con los bailarines excepcionales como Fred Astaire y Gene Kelly, la música que sonaba era acompasada, lenta, rítmica, como las olas del mar golpeando contra las costas.
Esa música, amigos, marcó una época. ‘Ta bien, ‘ta bien. Admitámoslo: algunos lo rechazaban desde lo ideológico pero el paso del tiempo decantó esa cuestión. “Cuando me fui a vivir a Estados Unidos –contaba el multipremiado por Hollywood, Gustavo Santaolalla al dejar Arco Iris y mudarse a San Francisco- pensé que iba a encontrar una cueva llena de imperialistas. Y nada más equivocado. Había gente como nosotros, con una creatividad increíble y ahí me quedé”.
Hoy es el turno de reivindicar esa cultura, dijo el sesentón Rod Stewart. Y –de paso- facturar a lo loco. Great American Songbook es un fenómeno mundial que alcanzó 17 millones de discos vendidos, (múltiple platino), informa Sony, con una sonrisa inocultable.
Y éste, en especial, bajo el subtítulo “¡Fly me to the moon…” el álbum más bailable de toda la serie!
El hombre que demostró un amor parejo hacia las rubias despampanantes, los hectolitros de whisky y el fútbol exhibe una virtud definitoria: su voz excepcional.
Y desde allí se lanzó a cantar “esas” canciones que inundaron su infancia. Y le sale bien.
A los que quieran escuchar “esos” éxitos de cuando Estados Unidos era el amo y señor del planeta. Y que además, suene como Dios manda, ÉSTE, amigos, es el álbum. Para escuchar y bailar “Cheek-to-cheek”, mientras me llevas volando a la luna y… ¡también bajo tu piel! Eso sí, sin olvidarnos del lado soleado de la calle y mi tonto corazón ve la lluvia de septiembre en Moon river.
*publicado en Nea de El Territorio 14 de nov 2010

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